Ya hace días meses tiempo, Juncos me dijo algo que me hizo pensar por el simple hecho de que yo había tenido ése mismo pensamiento desde hace rato y pensaba que era el único que lo tenía, y dio pié a una sarta de reflexiones y retrospectivas acerca de lo que he hecho en mi vida y de lo que se supone debería de haber hecho ya (de acuerdo a mi edad)… y todo comenzando con una simple frase que profirieron los oseznos labios de mi compadre:
«Aún no me cae el veinte de ya estoy grande…»
Hold your horses, mates! No entremos en polémica de que si ya somos adultos o no, ni de que la madurez no tiene nada que ver con la edad (temática con la cual estoy hundido en una cruzada en contra de mi hermana… aunque a ella és a la que no le ha caido el veinte), ni de otra sarta de cosas que son muy diferentes de acuerdo a la ideología de cada persona. No, hablo de algo mas simple: nuestra propia percepción. Y si aún siguen con cara de guat?, reflexionen lo siguiente: cuando eran unos inocentones estudiantillos de primaria y se encontraban a un verjoletón tipo de 20 y tantos años, ¿cómo lo veían? ¿que impresión les daba? ¿como imaginaban que se podría «sentir» tener esos 20 y tantos añotes?… ahora bien: ¿ésa reflexión se ajusta a su situación actual?
Por lo menos en mi caso, no es así… y de hecho aún me sorprende el hecho de que veo amigos/gente-x de esas edades (o menos) y desde un punto de vista sociológico, se orinan en mi «adultez».
Y es que uno de los chistes recurrentes que aplico con Mister es que cada vez que el inicia sus frases optimistas con un «cuando sea grande…» le digo «creo que a tí y a mí ya se nos pasó la época de planear cosas para cuando seamos grandes«. Eso inició una de nuestras interesantes conversaciones repletas de sarcasmo y misantropía en la cual terminó por darse cuenta de que simplemente la «adultez» llegó y ni siquiera nos avisó.
Me veo como alguien repleto de virtudes y deficiencias (como cualquier otra persona), tratando de utilizar mis capacidades y cambiar mis aspectos negativos (como cualquier otra persona debería), pero aún así tiendo a estarme comparando con las personaes que me rodean y eso solo me hace darme cuenta de que mi desarrollo personal no se ajusta a lo que el status quo dicta: realmente no tengo historias interesantes de aventuras etílicas que contar, viajes organizados a la media noche con amigos, relatos de relaciones amorosas que sorprendan por su complejidad y comedia dignos de un chick flick, anécdotas llenas de peligros y sus consecuentes deus ex machina que arreglan la situación… nada de eso. Simplemente una vida demasiado sedentaria y nerd.
Pero aún como suena, no me considero alguien boring as hell. Suelo ser muy paciente (o por lo menos aparento serlo), sé escuchar a la gente, soy muy curioso (no chismoso, simplemente tengo una insaciable hambre se saber), soy creativo, soy muy ideático (sobretodo si ando en mis ocasionales rushes de adrenalina, que me convierten en un inoportable pero curioso infante de 15 años)… ya pues, soy la ONDA, dudes.
Pero ya, en serio. Tal vez no sea como me idealizaba hace años (todo mamey, rico, parrandero y con mis miles de historias interesantes que contar), pero no me considero un fracaso total. He tenido mis triunfos y mis derrotas, mis recuerdos agradables y mis recuerdos hirientes, mis recompensas y mis cicatrices…
A lo que me lleva toda éste razonamiento es a lo siguiente: aún sigo creciendo, tal vez no físicamente, pero si a un nivel personal, y ésto mismo le pasa a todo el mundo. Lo que hay que entender (y esto va para ciertas personitas que me han criticado por no ser «maduro») es que la madurez emocional no necesariamente va de la mano con la madurez física. Y no me refiero precisamente al fenómeno del manboy, en el que los hombres solemos comportarnos «como niños», entreteniéndonos en «pasatiempos para niños» en vez de atender otras cosas «más importantes»… ja!
Para ésas personas tan cerradas que piensan que en madurar implica amargarse, no reírse de nada estúpido y dejar de lado cualquier gesto espontáneo de diversión para reemplazarlo por actividades sobrias y formales, les tengo un consejo: VIVAN. Pónganse a pensar, ¿acaso toda cosa que nos ha llegado a causar gracia no proviene, directa o indirectamente, de algo estúpido? Digo, si no estamos dispuestos a ver la grandeza de una estupidez, no vamos a ver la grandeza en cualquier otra cosa. Un ataque de espontaneidad traerá un desequilibrio en el balance de cualquier situación, cosa aterradora para ésas personitas que quieren tener todo de manera estática y aburrida. Para aquellas personitas que no son capaces de ver mas allá de la estupidez para poder ver la genialidad.
No se puede vivir en un mundo en blanco y negro, en un mundo quieto y constante, no se puede simplemente porque el mundo no es así. Y cuando la gente trata de ver o comportarse como si viviera en un mundo tan sobrio, generalmente es por miedo. ¿Cuantos de nosotros no soñamos de niños en ser astronautas, músicos, pintores, bomberos, y un sinfín de sueños que simplemente abandonamos porque tuvimos ver la parte «real» de peste mundo? No quiero generalizar, porque cada individuo tiene su historia y sus razones del porqué abandona o cambia sus objetivos… pero, ¿que pasa con los que en realidad alguna vez pensaron que éso era «estúpido e inmaduro» y abandonamos esas metas?.
No digo que no yo no lo haya hecho: terminé tomando una carrera que, si bien me gusta mucho, no era mi intención inicial el tomarla. Sin embargo algo que he aprendido a hacer es a no deshechar por completo esos sueños. La gente que me conoce ha de haber puesto cara de incredulidad, pero ahí les va mi explicación: si bien tengo miles de proyectos o metas que no he cumplido y sigo prometiendo «hacer algún día», no tan facilmente voy a decir «¿sabes qué? Aceptémoslo: no lo voy a hacer». Y aunque muy en el fondo se que tal vez muchas de esas cosas no las vaya a hacer, no estoy dispuesto a ser yo el que diga ésas palabras delimitantes a mis aspiraciones. No me importa si la gente me dice que jamás lo voy a hacer, o que debería abandonar esas metas que nunca lograré, pero no voy a ser yo quien las diga. No, señor.
Y es por eso que, en mi actual estado de cambios y catarsis contínua, me atrevo a decir cosas que inicien con la frase «Cuando sea grande…», ya que tanto la madurez, como la «grandeza» son subjetivas… y dentro de mi subjetividad, aún me falta mucho para ser GRANDE.
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