El sábado pasado fuí (al fin!) al nutriólogo. A causa de ello, he de comer sopa de verduras diario.
Los que me conocen saben que le entro a todo en cuanto a comida se refiere, y la sopa de verduras no se queda afuera. Sin embargo, como a muchos les ha de pasar, una rica sopa de verduras no se puede comparar (la mayoría de las veces) con una extremadamente deligrasosa y suculenta hamburguesa, por poner un ejemplo.
Mientras se acercaba la hora de la comida, y la sensación de hambre comenzaba a pegarme, miles de alimentos sacrilegiosos comenzaron a pasar por mi mente, hasta que recordé qué era lo que comería: mi simple sopa de verduras. Sin muchos ánimos, bajé al comedor a calentar mi comida, regresé con pesar y le dí el primer bocado…
Al instante, toda cara fea y queja ahogada que había dado se disipó.
Realmente disfruté mi sopa de verduras con pollo, y aunque antes de comer hubiera preferido algo más, lo cierto es que en éstos momentos me siento bien. Satisfecho.
Lo mismo aplica con otras cosas.
Hoy en la mañana moría de flojera por tener que ir a la oficina. Hubiera preferido seguir babeando mi almohada y seguir dormido unas horas más. Sin embargo, con sólo llegar a la oficina y comenzar a hacer mi trabajo, me dí cuenta que todas esas quejas que pudieron comenzar a formarse en mi cabeza no tenían sentido. Ni razón. Y ésto es porque a veces nos ponemos a quejarnos de las cosas que hubiéramos preferido hacer, sin ver que lo que tenemos o realizamos en su lugar pueden llegar a llenarnos (aunque sea por ése momento), no importa si son actividades o cosas de la rutina diaria.
Un café con un amigo, un abrazo de reconciliación con alguien con quien estabas molesto, un regalo sin necesidad de ser una situación especial, el decir lo que sientes por alguien por el simple hecho de querer decirlo, sin esperar algo a cambio o una respuesta recíproca… por mas simple, compleja o extraña que sean, no debemos arrepentirnos de las cosas que hacemos, enfrascándonos en el «hubiera», porque mientras lo hacemos, hay algo que pasa y no vuelve más: el tiempo.
Y así como mi sopa de verduras pudo no haber sido lo que mas deseaba tener como comida, cumplió su propósito: el no matarme de hambre. Está bien tomar lo bueno de la vida, pero recordemos que no es bueno porque así sea su naturaleza, sino porque nosotros le damos ése sentido.
buen post dude!
Gracias. Creo que la sopa tenía droga o no se qué… jajaja.
prefiero algo que lleve carne, buen post